Rodando con Federico Caricasulo, piloto oficial WSSP600

Avatar Oscar Pena | 25/03/2021

Esta es la primera de una larguísima lista de anécdotas que he vivido a lo largo de más de 20 años como probador, periodista, piloto, y amante de las motos en general, que me gustaría ir contándoos de ahora en adelante, si a bien tenéis. No es ni mucho menos la más importante, ni la más divertida, emocionante o interesante. Pero, aquí está.

Rodando con Federico Caricasulo, piloto oficial WSSP600

5 años ha. Circuito de Almería. Típica presentación internacional de moto deportiva: Mucha prensa especializada, grupos de 5 o 6 periodistas en pista, y presencia de los pilotos oficiales de la marca en la categoría del modelo en cuestión para dar imagen, rodar entre nosotros, comentar lo buena que es la moto, y ya de paso, alguno (no siempre ni todos), aprovechar para lucirse un poco entre tanto «paquete»…

Primeras vueltas de calentamiento con guía (en plan curso de conducción, de esto os hablaré otro día), para los que no conocían la pista. Yo, en este caso y sin que sirva de precedente, he de confesar que me la sabía mejor que el guía. Más vueltas que un ventilador a su cuerda me avalan. Pero, en fin, las reglas son para todos y toca lo que toca. ¡Ah! antes de que se me olvide, podéis ver el video de la prueba, con imágenes rescatadas de por entonces, en la web. Pero sigamos. Corría la 3ª o 4ª manga y me llegó, por fin, el turno de salir con la r6 equipada con centralita YEC y escape completo Akrapovic. Es decir, una moto liberada de la asfixiante normativa anticontaminación Euro4 (ya vamos por la Euro5), que lastraba a la R6 de manera notable. El resto de la moto era completamente estándar…

Yamaha YZF-R6

A mi rueda, a 20 o 30 metros de distancia, me percato que se incorpora a pista Federico Caricasulo (piloto oficial de la marca), que ese mismo año y siguientes peleó por ganar el Mundial de SSP600. Total que empiezo a tirar y me digo, «aprovecha que vas en la moto buena y cuando te pase le sigues un rato con la vista según se va alejando a ver que tal». Después de todo, el «amigo» rodaba en 1,36″ con su R6 oficial en Almería. Un tiempazo, claro. Pues bueno, pasa 1 vuelta, 2 vueltas, 3 vueltas… Y pienso, obviamente ha parado. Yo iba «a full» como suele decirse, adelantando a compañeros de profesión con muy poquitas concesiones, algunos de ellos verdaderos conos móviles (de eso hablaremos en otra historia). Yo, a lo mío, mirando para delante como los burros y trazando fino filipino. Ya mosqueado me giro a mitad de recta de atrás y… ¡Leñe! ¡Si está ahí detrás a unos cuantos metros! A mis 43 años de entonces reverdeció un poco mi vieja vena de «pilotillo», esa que hace que te piques con tu sombra, y en lugar de ceder, pues lógicamente apreté los dientes. ¡A ver si me coges, joven!  En un circuito que me conozco muy bien, tras los 20 min de manga el amigo Federico no me arañó ni un metro de distancia… Tras la bandera a cuadros que marcaba el final de la tanda ya pude respirar, jadeante, y echar la mirada atrás para comprobar que sí, ¡ahí seguía Federico!

¡Había truco!

Evidentemente. ¡Cómo no lo iba a haber! Él había salido a pista con la moto de serie, algo que me imaginé cuando veía que no era capaz de darme caza. Un buen puñado de caballos nos separaban, aparte de más de 20 años… Por cierto, aquella manga me ayudo a extraer grandes conclusiones acerca de las mejoras del tren delantero de la renovada R6. Después de todo, era para lo que yo estaba allí representando a la revista MOTOCICLISMO. No era por mi cara bonita desde luego.

Ya detenidos uno tras otro en el pitline, se me acerca Federico, con cara a medio camino entre sorprendido e incrédulo, y me pregunta… ¿Eres piloto? Yo le contesto «nooo, jornalista españolo». Suelta un «¡ah! ok… ciao», se gira y se aleja en busca de otra moto con la que salir a pista en la manga siguiente. No se que pensaría, si pensó algo claro. Yo, por mi parte, me sentí con 10 años menos encima. Y también me recordó lo mucho que se disfruta en circuito, como os pasa muchos de vosotros. Concentración pura y total evasión de la realidad por unos minutos.  ¡Disfruté como un enano! (A mesa puesta también luce mucho más, ya hablaremos de ello…); así que como ya mejor no lo iba a pasar, terminé grabándome unas impresiones rápidas con la GoPro, me puse la ropa de paisano y todo volvió a la normalidad. Eso sí, me volví a sentir un tío rápido. Y colorín colorado, esta anécdota se ¡ha acabado!